“En París, encontramos a gente elegante;
puede haber en provincias, gente con
personalidad”
Joseph Sieyés
Un título válido para este artículo, hubiera podido ser, “El mantenimiento y La parienta”, ya que lo de la pareja puede llevar a confusión, y creer algunos que esto va del oficial y el aprendiz, que tanto dio que hablar hace ya algunos años, cuándo se empezaba a optimizar el mantenimiento. El resultado de todo aquello ya lo conocemos; hoy los oficios se han perdido. También se han perdido los porteros, que como mucho tenían un buen palo detrás de la portería, y sabían muy bien el nombre del director de fábrica, el de su mujer, y si ella estaba de parto.
A los que nos dedicamos al “sabroso” oficio del mantenimiento, nos es bastante difícil el compaginar el trabajo con la familia y por descontado, con el ocio necesario. Y ello provoca a veces serios problemas.
.........“En la vida de la pareja hay, inicialmente, un proyecto común y poco a poco va surgiendo el orden de prioridades de ambos, y aun que algunas veces es compatible, otras no lo es con el roce de la vida cotidiana.
Y es entonces cuando empieza el camino del distanciamiento. Y aquí se pone en evidencia el compromiso auténtico, lo que cada uno ha decidido hacer en la vida, con o sin la pareja, porque el compromiso no es con el otro, sino con uno mismo, con la propia vida. Y ese compromiso no se puede cambiar sin que la persona se rompa.
Con uno mismo hay que vivir siempre. Con los otros no se sabe. Y a veces sucede que es la pareja la que se rompe. Otras, se vive en una atonía constante, en la que cada uno acepta al otro, con otro pacto distinto al proyecto inicial, pero que permite la vida en común sin más que contar.”......
El tiempo pasa muy rápido, pero yo calculo que sería sobre la primavera del 2003
Se produjo la rotura de una máquina rotativa de un peso específico importante, en una fábrica de proceso continuo, situada en un pequeño pueblo del interior, de una vegetación más bien escasa. Un río, en general de poco caudal, cruza el lugar. A su lado y cercano al pueblo hay un pequeño carmen, con sus huertos y alguna que otra barraca más o menos bien construida y equipada de forma suficiente, para pasar incluso algunos días.
La máquina vino a los talleres, con planning incluido. Trabajo continuado día y noche. Y para garantizar lo pactado, la presencia permanente de un hombre de la fábrica que daba fe de que así se hacía.
En general, la presencia de éste “vigilante – notario”, que afortunadamente no es habitual, es desagradable para unos y otros. Se suelen aburrir considerablemente y los días se les hacen largos. A los que en este caso son anfitriones les sucede lo mismo. De alguna forma hay que dedicarles tiempo.
Y en este tiempo hay que contemplar la comida y cena diaria. Al visitante, además de complacerle desde el punto de vista del trabajo que se realiza, también hay que hacerlo, y así debe de ser, desde el punto de vista de la gastronomía, la cultura y si es necesario, el folklore.
El hombre en cuestión, además de titulación técnica, tenía oficio. La fábrica era, aunque ya por poco tiempo pues estaba en lista de prejubilación, toda su vida.
No era demasiado comunicativo y ello hacía que las charlas con él fueran dispares y dispersas. Lo primero que se me ocurría. Más bien, chácharas.
En la penúltima noche y a la hora de la cena, y sería porque ya acababa su estancia, me habló de su huerto. Al final del pueblo. Al lado del río.
Me contó, que allí iba los fines de semana, solo, a azacanear, y no regresaba a casa hasta el domingo por la tarde.
¿Y tu mujer que dice al respecto?....
Mi mujer se va a ver a su hermana a la capital y se van al Corte Inglés.
Y no se me ocurrió otra cosa que preguntarle, (vaya disparate), si estaba seguro de que se iba con su cuñada al Corte Inglés.
¿Qué quieres decir?..
.
No, nada....tonterías....se oyen tantas historias. En fin, no sé porqué lo he dicho. Patrañas.
Pues claro que estoy seguro. Sería una paradoja .Entre otras cosas porque a ella no le conviene. Lo perdería todo.
Y allí sentados, pude contarle que las cosas no eran así, y a pesar de su cerrazón, finalmente entendió, que en la pareja, si uno de los dos no quiere seguir, simplemente se rompe. Pero seguía muy terco.
Pues si yo no quiero,.... nada que hacer, decía
Y aunque no quieras, también. Y además, tendrás que pasarle una pensión todos los meses, en concepto de los servicios prestados durante tantos años. Porque, ¿tú has lavado, cocinado, cuidado a los hijos, planchado...y demás tareas del hogar, de una manera regular?
Pues, no.....eso siempre ha sido cosa de ella.
Y también habrá que ver como queda el patrimonio. Con toda seguridad, y habiendo hijos aún en la casa, la tendrá ella en usufructo, ni se sabe el tiempo. Y ya sabrás lo que cuestan los ” enredaleyes”, que los tendrás que pagar tú, claro.
Eso si que no. A mi nadie me hecha de mi casa.
En este momento de la conversación, estaba notablemente soliviantado.
Poco a poco, con ejemplos y buenos razonamientos, entendió que lo que le estaba contando era cierto.
Y en el hotel le dejé. Acoquinado. Yo ya no di más importancia al asunto.
Recuerdo que amaneció viernes. Llamada al Director de la Fábrica. El parte de primera hora, como cada día.
Después de comer, y realizados los ensayos correspondientes a la máquina, volvería a su casa. Pasó la mañana con los últimos detalles del montaje. Yo también me sentía más relajado, aunque pensaba que la conversación de la noche anterior no debía haberse iniciado. Pero ya estaba hecho.
Y me pareció, el hombre, distante. Me arrepentía.
Y llegó la hora de la comida. La última. De nuevo los dos solos. El camarero nos dio la carta, como todos los días.
Aún no había mediado palabra.
Aquello...no será, me dijo repentinamente y sin mirarme.
¿El qué no será?
Lo que hablamos anoche...lo de la separación.
Hombre, ya me imagino que no, tan solo eran suposiciones, ...hablar por hablar....paparruchadas, ....pero,.... ¿y porqué no?..
Sonriente y con cara de aliviado, como si me hubiera ganado la partida, contestó:
“Porque en el pueblo estaría mal visto.”
Trivial y taxativo,... ¿no?
Un largo silencio. Los dos nos ajustamos las gafas y miramos los platos del día, que ya nos eran, de sobras, conocidos.
Y ni él ni yo volvimos sobre aquél tema, que seguramente antes de acostarse, ya había resuelto, y que no le impidió dormir como un bendito.
¡ Angelitos al cielo ¡
Y a mí me dio entonces por hablar de su sustituto, que sería diferente, que sabría de GMAO, TPM, RCM, TMEF, MTBF, MTRH, TMDR, LCC, DSS, EAM, FMEA, AKS, KM, CMMS, DCS, ERP, RCFA, PRM, ODR, RTF, ISPs, KPLs, .....
Pero ya no me escuchaba, porque en el fondo, todo aquello no lo había entendido ni aplicado nunca, y además, ya le importaba un bledo.
Y a la hora del café se animó y empezó a contar de lo que él si sabía. Hablaba apasionadamente de pimientos, rojos y verdes, berenjenas, judías tiernas, tomates, ajos, cebollas, patatas, pepinos, alcachofas, lechugas,.....las noches de luna,...la bomba del pozo, el grupo electrógeno, y se lamentaba de que todo su esfuerzo acabaría en nada ya que los hijos hacía ya años que no iban al huerto.
Salvador Carreras- Sant Just Desvern-Julio 2007
miércoles, 18 de marzo de 2009
Ernesto Verdera, el Mantenimiento y el Tarot
Deben de quedar ya muy pocos en activo que recuerden a Ernesto Verdera i Tomás.
Para los que no le conocieron diré que fue el primero en proponer la creación de una entidad relacionada con el mantenimiento en España. Una idea que lanzó en un encuentro de responsables en la especialidad, reunidos en el Princesa Sofía, debatiendo algunos aspectos, en la época prioritarios, y hoy quizás trasnochados por prehistóricos, sobre técnicas y gestión del mantenimiento. Era el año 1975
Por descontado formó parte de la Junta Directiva de la Asociación Española de Mantenimiento hasta su prematura muerte, que a los demás, nos dejó huérfanos de su divertida forma de entender la vida en todos sus aspectos .Ya contaré otro día.
¿Y que tiene que ver todo ello con el Tarot?
En aquella época, era además, profesor de la Escuela Superior de la Marina Civil. Allí pronunció su tesis doctoral sobre mantenimiento, con gran esfuerzo, ya que su enfermedad estaba ya en fase muy avanzada.
Persona muy crítica y exigente con él mismo y con los demás, era en general conocido como el “Profesor Verdera”.
No recuerdo el año, ni el lugar, tan solo que se trataba de una de tantas jornadas sobre mantenimiento predictivo. Una de las ponencias tuvo mucho de comercial y escaso interés técnico, ya que poco o casi nada nuevo aportó.
Y vino el descanso.
Yo estaba allí, organizando y atendiendo como en tantas y tantas ocasiones...¿el lavabo?....al fondo a mano izquierda.
Ernesto Verdera estaba conmigo.
El ponente, de aspecto lechuguino, se nos acercó y preguntó:
¿Qué le ha parecido mi conferencia “Profesor” Verdera?
Bueno,...bien...pero....no sé.... yo le cambiaría el título. Verdera, por conspicuo, era educado, y prudente..
¿Y que título le pondría?.......“Al Mantenimiento por el Tarot”, contestó.
Y sonrió como siempre. Aquella sonrisa con deje irónico, que en realidad era consecuencia de una hemiplejía facial acaecida muchos años antes.
Yo, personalmente, además de mentar a menudo la anécdota para criticar a tanto necio chamarilero, que los hay, prediciendo con absoluta normalidad sobre equipos que no conocen, y sin sentido común, pensé que un “Tarot” me podía ser útil.
En una calle que desemboca en la plaza con más entidad política de Barcelona, había y quizás sigue habiendo, una tienda especializada en cartas. Allí escogí una baraja del Tarot de pequeño tamaño, leí unas instrucciones que no recuerdo, porque no las entendí, y me acostumbré a llevarla en un bolsillo de la americana.
Pasó un tiempo, y llegó la oportunidad de poderlo utilizar.
Se había producido una fallo importante en un equipo rotativo. Por descontado en una empresa multinacional. La parada de producción era absoluta.
Llegué a la sala de reuniones, sin traba alguna. Allí me esperaba todo el estamento de mantenimiento y producción.
Empezaron a contarme lo que había sucedido o había podido suceder. Cada uno opinaba de forma diferente a los demás. Para unos la cosa podía ser muy simple. Para los agoreros, era un desastre. Y tenían razón.
Y mientras les escuchaba apareció el “Gran Jefe”,y sin soltar la mano del pomo de la puerta me espetó.....
¿cuándo estará en marcha el equipo?
Yo, ni tan solo había visto la máquina, por descontado, y primero había que desmontar, abrir, ver daños, analizar el fallo,...
Ligeramente abrumado saqué el pequeño Tarot de mi bolsillo y extendí torpemente las cartas sobre la mesa. El me miró un instante, cercenó con la mirada el aire de la sala y dijo; haga lo que sea preciso y lo más pronto posible.....!Valga lo que valga¡.
Y tal como había entrado, desapareció. Creo que, la evidencia, le molestó.
Siempre que asisto a una reunión después de un desastre, llevo mi pequeño “Tarot”
Y yo, se lo recomiendo a todos los que están en este oficio, dentro o fuera, ya que siempre hay un “Gran Jefe” preguntando lo mismo. Aquél se lo regalé a mi amigo Alberto Jiménez.
Al final el caso se resuelve, y aparece el economicida de turno.
Arribista él, afectado antaño por la estafa del tocomocho, te pide explicaciones del porque ha costado tanto, una cifra del todo cabal, y te aconseja que colabores, al objeto de minimizar el impacto sobre los presupuestos, que por cierto aquél año, y hogaño también, han sufrido un importante recorte. Es ya una costumbre atávica.
Una ligera amenaza y uno accede. De lo contrario se te excomulga.
Y así, en un concubinato obligado, el poco margen se queda en calderilla.
El esfuerzo realizado ya es historia.
El “quid pro quo” es una falacia.
Y uno se vuelve saltimbanqui, aprendiz del tarot, funámbulo de los números, y además, “colaboracionista”
Y no queda más que entonar el “kirieleison”, canto de los entierros y oficio de difuntos.
Y yo sigo esperando la revolución de los técnicos.
Salvador Carreras
Sant Just Desvern, Marzo 2007
Para los que no le conocieron diré que fue el primero en proponer la creación de una entidad relacionada con el mantenimiento en España. Una idea que lanzó en un encuentro de responsables en la especialidad, reunidos en el Princesa Sofía, debatiendo algunos aspectos, en la época prioritarios, y hoy quizás trasnochados por prehistóricos, sobre técnicas y gestión del mantenimiento. Era el año 1975
Por descontado formó parte de la Junta Directiva de la Asociación Española de Mantenimiento hasta su prematura muerte, que a los demás, nos dejó huérfanos de su divertida forma de entender la vida en todos sus aspectos .Ya contaré otro día.
¿Y que tiene que ver todo ello con el Tarot?
En aquella época, era además, profesor de la Escuela Superior de la Marina Civil. Allí pronunció su tesis doctoral sobre mantenimiento, con gran esfuerzo, ya que su enfermedad estaba ya en fase muy avanzada.
Persona muy crítica y exigente con él mismo y con los demás, era en general conocido como el “Profesor Verdera”.
No recuerdo el año, ni el lugar, tan solo que se trataba de una de tantas jornadas sobre mantenimiento predictivo. Una de las ponencias tuvo mucho de comercial y escaso interés técnico, ya que poco o casi nada nuevo aportó.
Y vino el descanso.
Yo estaba allí, organizando y atendiendo como en tantas y tantas ocasiones...¿el lavabo?....al fondo a mano izquierda.
Ernesto Verdera estaba conmigo.
El ponente, de aspecto lechuguino, se nos acercó y preguntó:
¿Qué le ha parecido mi conferencia “Profesor” Verdera?
Bueno,...bien...pero....no sé.... yo le cambiaría el título. Verdera, por conspicuo, era educado, y prudente..
¿Y que título le pondría?.......“Al Mantenimiento por el Tarot”, contestó.
Y sonrió como siempre. Aquella sonrisa con deje irónico, que en realidad era consecuencia de una hemiplejía facial acaecida muchos años antes.
Yo, personalmente, además de mentar a menudo la anécdota para criticar a tanto necio chamarilero, que los hay, prediciendo con absoluta normalidad sobre equipos que no conocen, y sin sentido común, pensé que un “Tarot” me podía ser útil.
En una calle que desemboca en la plaza con más entidad política de Barcelona, había y quizás sigue habiendo, una tienda especializada en cartas. Allí escogí una baraja del Tarot de pequeño tamaño, leí unas instrucciones que no recuerdo, porque no las entendí, y me acostumbré a llevarla en un bolsillo de la americana.
Pasó un tiempo, y llegó la oportunidad de poderlo utilizar.
Se había producido una fallo importante en un equipo rotativo. Por descontado en una empresa multinacional. La parada de producción era absoluta.
Llegué a la sala de reuniones, sin traba alguna. Allí me esperaba todo el estamento de mantenimiento y producción.
Empezaron a contarme lo que había sucedido o había podido suceder. Cada uno opinaba de forma diferente a los demás. Para unos la cosa podía ser muy simple. Para los agoreros, era un desastre. Y tenían razón.
Y mientras les escuchaba apareció el “Gran Jefe”,y sin soltar la mano del pomo de la puerta me espetó.....
¿cuándo estará en marcha el equipo?
Yo, ni tan solo había visto la máquina, por descontado, y primero había que desmontar, abrir, ver daños, analizar el fallo,...
Ligeramente abrumado saqué el pequeño Tarot de mi bolsillo y extendí torpemente las cartas sobre la mesa. El me miró un instante, cercenó con la mirada el aire de la sala y dijo; haga lo que sea preciso y lo más pronto posible.....!Valga lo que valga¡.
Y tal como había entrado, desapareció. Creo que, la evidencia, le molestó.
Siempre que asisto a una reunión después de un desastre, llevo mi pequeño “Tarot”
Y yo, se lo recomiendo a todos los que están en este oficio, dentro o fuera, ya que siempre hay un “Gran Jefe” preguntando lo mismo. Aquél se lo regalé a mi amigo Alberto Jiménez.
Al final el caso se resuelve, y aparece el economicida de turno.
Arribista él, afectado antaño por la estafa del tocomocho, te pide explicaciones del porque ha costado tanto, una cifra del todo cabal, y te aconseja que colabores, al objeto de minimizar el impacto sobre los presupuestos, que por cierto aquél año, y hogaño también, han sufrido un importante recorte. Es ya una costumbre atávica.
Una ligera amenaza y uno accede. De lo contrario se te excomulga.
Y así, en un concubinato obligado, el poco margen se queda en calderilla.
El esfuerzo realizado ya es historia.
El “quid pro quo” es una falacia.
Y uno se vuelve saltimbanqui, aprendiz del tarot, funámbulo de los números, y además, “colaboracionista”
Y no queda más que entonar el “kirieleison”, canto de los entierros y oficio de difuntos.
Y yo sigo esperando la revolución de los técnicos.
Salvador Carreras
Sant Just Desvern, Marzo 2007
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